versión On-line ISSN 0717-9227
Rev. chil.
neuro-psiquiatr. vol.49 no.3 Santiago 2011
http://dx.doi.org/10.4067/S0717-92272011000300004
REV CHIL NEURO-PSIQUIAT
2011; 49 (3): 243-250
ARTÍCULO DE INVESTIGACIÓN
Encefalopatía
inducida por ácido valproico: serie de siete casos
Valproic acid-induced encephalopathy: series of seven
cases
Álvaro Soto V.1 y Darío Ramírez C.2
1Departamento de Ciencias Neurológicas Campus Oriente,
Facultad de Medicina, Universidad de Chile.
2Servicio de Neurología, Hospital del Salvador.
2Servicio de Neurología, Hospital del Salvador.
Resumen
Introducción: La encefalopatía inducida por ácido valproico (AV) es
una complicación infrecuente caracterizada por disminución del nivel de
conciencia, déficits neurológicos focales, enlentecimiento cognitivo, vómitos,
somnolencia y letargia, con o sin hiperamonemia. El electroencefalograma (EEG)
muestra enlentecimiento difuso. Los hallazgos EEG, las manifestaciones clínicas
y la hiperamonemia tienden a normalizarse con la suspensión del AV. Pacientes y Métodos: Se presenta una serie de 7 pacientes que desarrollaron
encefalopatía por AV, en el Servicio de Neurología del Hospital del Salvador,
entre 2003 y 2010. Se detallan dos casos clínicos ilustrativos. Resultados: La serie está compuesta por 5 mujeres y 2 hombres.
Cinco pacientes desarrollaron hiperamonemia (amonemia sobre 50 μg/dl). El
promedio de edad fue de 55 años (37 a 82 años). Las dosis de AV fueron de 375 a
2.000 mg (promedio = 903). La latencia entre el inicio o ajuste significativo
del AVfue de 3 días hasta 16 años y un mes. Todos los pacientes presentaban
daño orgánico cerebral. La politerapia con fenobarbital, fenitoína y
carbamazepina fue significativa. El patrón de EEG más frecuente fue el
enlentecimiento difuso. Una paciente de 82 años desarrolló actividad pseudoperiódica
sugerente de un status epilepticus no convulsivo. En todos los pacientes hubo
normalización clínica, de laboratorio y del EEG con la suspensión del AV.Conclusiones: La encefalopatía inducida por ácido valproico es una
reacción adversa reversible pero potencialmente fatal que requiere un alto
índice de sospecha. El daño orgánico cerebral y la politerapia parecen ser
importantes factores de riesgo para su producción.
Palabras
clave: Encefalopatía, ácido valproico, hiperamonemia,
encefalopatía hiperamonémica, electroencefalograma.
Introducción
El ácido valproico (AV) es un fármaco de amplio espectro utilizado
en un gran número de trastornos epilépticos, tanto en niños como en adultos1,2.
Aparte de esta indicación clásica, el AV se utiliza en algunas patologías
psiquiátricas como el trastorno bipolar y el trastorno esquizoafectivo, además
en el tratamiento del dolor neuropático y en la profilaxis de migraña1.
Aunque generalmente es bien tolerado, ha sido asociado con muchos efectos
adversos, algunos relacionados a la dosis, y otros, de carácter idiosincrático1.
Los efectos adversos neurológicos, entre los que se incluyen mareos,
incoordinación, alteración de la marcha y diplopía, se relacionan
frecuentemente con las concentraciones séricas del AV, y revierten con la
reducción o discontinuación del fármaco1. Las reacciones
idiosincráticas afectan a los sistemas hematopoyético, hepático y digestivo, y
no se relacionan con los niveles séricos de AV1. La mayoría de las
reacciones adversas son leves y transitorias. Sin embargo, pueden producirse
reacciones graves como: hepatoxicidad, encefalopatía, trastornos de la
coagulación, pancreatitis y supresión de la médula ósea3.
Se han descrito tres formas de encefalopatía en niños y adultos
tratados con AV: una encefalopatía producida por el efecto tóxico directo del
AV, con altos niveles séricos de AV pero con amonio normal; una encefalopatía
hiperamonémica y una encefalopatía con función hepática alterada3,4.
La encefalopatía hiperamonémica inducida por AV es una complicación infrecuente
caracterizada por disminución del nivel de conciencia, déficits neurológicos
focales, enlentecimiento cognitivo, vómitos, somnolencia y letargia2.
El electroencefalograma (EEG) muestra enlentecimiento difuso2,5. Los
hallazgos del EEG, las manifestaciones clínicas y la hiperamonemia tienden a
normalizarse con la suspensión del AV2.
Se considera que el mecanismo principal de la encefalopatía
inducida por AV es el efecto directo sobre algunos neurotransmisores3.
El AV puede disminuir la síntesis de glutamina mediante la inhibición de la
glutamina sintetasa, contribuyendo a la generación de la hiperamonemia. Otro
mecanismo posible es la toxicidad neuronal directa mediante el aumento de las
concentraciones intracelulares de glutamato y de amonio en los astrocitos, que
puede conducir a una injuria neuronal potencial y a edema cerebral6.
Hasta un 20% de pacientes asintomáticos tratados con AV pueden desarrollar una
hiperamonemia leve3. Varias publicaciones informan de un mayor
riesgo de encefalopatía en pacientes que combinan AV con otros
anticonvulsivantes, especialmente con topiramato7.
Presentamos una serie de 7 pacientes con encefalopatía inducida
por ácido valproico. Se analizan sus características clínicas, de laboratorio y
patrón EEG.
Pacientes y Métodos
Se analiza una serie de 7 pacientes que desarrollaron una
encefalopatía inducida por AV, en el Servicio de Neurología del Hospital del
Salvador, Santiago de Chile, entre 2003 y 2010. Los pacientes se presentaron
con compromiso de conciencia, pruebas de función hepática dentro de rangos
normales y EEG con un patrón encefalopático caracterizado por enlentecimiento
difuso (Figura
1). Hubo mejoría clínica, del EEG y de los exámenes de laboratorio con la
suspensión del AV. Las características de los pacientes se resumen en la Tabla
1. Además, presentamos in
extenso, dos casos
representativos de encefalopatía hiperamonémica inducida por AV.
Caso
3
Mujer de 36 años con
antecedente de epilepsia focal secundaria a meningitis en la infancia, infarto
hemisférico izquierdo con hemiparesia braquiocrural derecha espástica y retardo
mental. Se encontraba en tratamiento con fenobarbital (FNB) 200 mg/ día y
fenitoína (FNT) 400 mg/día. Por aumento de la frecuencia de crisis (40 crisis
tónicas al día), se inició AV el 20/07/2007. Tres días más tarde ingresó al
Servicio de Urgencia del Hospital del Salvador por compromiso de conciencia.
Estaba recibiendo 750 mg de AV al día. Al ingreso se encontraba vigil
espontánea, emitía lenguaje escaso con fluencia disminuida y comprendía órdenes
simples. El resto del examen no presentaba alteraciones. El EEG del 25/07/07
mostró una lentitud difusa severa de 1 a 3 cps, de amplitud 50 a 100 μν, sobre
la cual se superponían ritmos más rápidos de 4 a 5 cps de menor amplitud y
ocasional aparición de trenes de ondas a 2 cps rítmicas de pendiente aguda en posterior
izquierdo. ALT/AST estaban en 20 y 17 U/L, respectivamente. La amonemia se
encontraba en 200,1 μg/ dl el 24/07 y ascendió a 398,5 μg/dl al día siguiente.
El nivel de AV fue de 50 μg/ml. Se suspendió el AV con recuperación completa
del nivel de conciencia. El EEG de control (30/07/2007) mostró una franca
mejoría de la actividad de fondo. Fue dada de alta el 9/08/2007 en buenas
condiciones, con indicación de FNT 100 mg cada 12 horas y FNB 50 mg/día.
Mujer de 82 años con
antecedente de hipertensión arterial crónica, accidente cerebrovascular
isquémico parietal derecho en 2008 y fibrilación auricular sin anticoagulación
oral. Ingresó el 24/02/2010 por un cuadro de inicio súbito de debilidad del
hemicuerpo izquierdo y anartria con recuperación completa en pocos minutos. La
tomografía computada de cerebro mostró un infarto parietal derecho antiguo. Del
examen neurológico de ingreso destacó una dificultad para la inversión de
series complejas y una disartria leve. Además de una hemianopsia homónima
izquierda y una paresia facial periférica izquierda antigua. Presentaba una
monoparesia braquial izquierda mínima, con plantar derecho flexor e izquierdo
extensor, y una
hemihipoestesia FBC izquierda superficial. El EEG del 26/02/2010 mostró ondas
angulares de amplitud reforzada y complejos de onda aguda-onda lenta, en
central y temporal medio derecho. Se inició AV 250 mg/día el 5/03/2010. El
15/03/2010 se encontraba recibiendo 375 mg/ día de AV, se constató una
disminución del nivel de conciencia, estaba vigil a la voz, bradipsíquica,
parcialmente orientada témporo-espacialmente, no invertía series simples.
También se pesquisó asterixis. No presentaba otros déficits. El EEG mostró una
actividad pseudoperiódica caracterizada por la repetición de ondas agudas paroxísticas
difusas con una frecuencia de 2 cps, que se mezclaba a izquierda, con
fragmentos de una actividad theta rápida de baja amplitud (Figura 2). Se planteó el
diagnóstico de un status epilepticus no convulsivo. La amonemia fue de 144
μg/dl. GOT/GPT de 20 y 17 U/L, respectivamente. Se suspendió el AV, se cargó
con 900 mg de fenitoína por sonda nasogástrica y se inició levetiracetam 500 mg
cada 12 horas. Se objetivó una mejoría progresiva del nivel de conciencia y
desaparición de la asterixis. El EEG de control (26/03/2010) mostró una
asimetría por lentitud a derecha, máxima en temporal (en rango theta), sin
signos primarios de epilepsia.
Resultados
La serie de casos
consiste en 5 mujeres y 2 hombres. El promedio de edad fue de 55 años (37 a 82
años). Las dosis de AV fueron de 375 a 2.000 mg (promedio = 903). Cinco
pacientes cursaron con hiperamonemia (amonemia mayor a 50 μg/dl). La latencia
entre el inicio o ajuste significativo del AV fue de 3 días hasta 16 años y un
mes. Todos los pacientes presentaban daño orgánico cerebral: secuela de
traumatismo encéfalo-craneano, demencia, secuela de meningitis bacteriana,
antecedente de drogadicción, esclerosis hipocampal y enfermedad
cerebrovascular. En relación a la politerapia, 4 pacientes estaban tomando concomitantemente
fenobarbital (57%), 4 con fenitoína (57%) y 2 con carbamazepina (29%). El
patrón de EEG más frecuente fue el enlentecimiento difuso del ritmo de fondo.
El caso 7 presentó un trazado con actividad pseudoperiódica compuesto de ondas
agudas que se repetían a intervalos de 0,5 segundos sobre toda la convexidad.
Estas anomalías fueron interpretadas como sugerentes de un status epilepticus
no convulsivo. En todos los casos hubo normalización clínica, de laboratorio y
del EEG con la suspensión del AV. Ninguno de los pacientes fue tratado con
carnitina.
Discusión
El AV es un fármaco
ampliamente utilizado en neurología y psiquiatría, que usualmente es bien
tolerado1-3. El AV tiene numerosas interacciones con otros fármacos y entre sus reacciones adversas más
severas se encuentran daño hepático, pancreatitis, teratogenicidad,
trombocitopenia e hiperamonemia8. En 1980, Coulter y Allen
reportaron el primer caso de hiperamonemia, con función hepática normal en un
niño con epilepsia tratado con AV9,10.
Se han descrito tres
formas de encefalopatía en niños y adultos tratados con AV: encefalopatía como
efecto tóxico directo del AV, con niveles séricos elevados de AV pero con
amonio normal3,4; encefalopatía hiperamonémica2,3,9,11 y
encefalopatía con función hepática alterada3. La encefalopatía
hiperamonémica por AV es una complicación infrecuente caracterizada por
disminución del nivel de conciencia, déficits neurológicos focales,
enlentecimiento cognitivo, vómitos, somnolencia y letargia1,2. El
EEG característico muestra signos de severa encefalopatía con enlentecimiento
difuso continuo, predominancia de actividad theta y delta, ocasionales
estallidos de actividad rítmica delta frontal intermitente (FIRDA), y ondas
trifásicas2,5. La etiopatogenia no se conoce completamente, aunque
la hiperamonemia ha sido postulada como la principal causa del síndrome clínico2,12.
El aumento de la amonemia se debe a varios mecanismos, el más importante parece
ser la inhibición de la carboilfosfato sintetasa-I, que es la enzima que inicia
el ciclo de la urea2,6.
La politerapia con
fenitoína o carbamazepina, y especialmente con fenobarbital y topiramato,
parece contribuir también a la hiperamonemia2,11,13. La
hiperamonemia conduce a un aumento de la glutamina a nivel cerebral que produce
hinchazón de los astrocitos y edema cerebral2,6. Se considera
generalmente que el principal mecanismo de producción de la encefalopatía
inducida por AV es el efecto directo sobre algunos neurotransmisores3.
El AV puede disminuir la síntesis de glutamina mediante la inhibición de la
glutamina sintetasa, y de esta manera, contribuir a la hiperamonemia3.
Otro mecanismo posible es la toxicidad neuronal directa inducida por las
concentraciones intracelulares aumentadas de glutamato y de amonio en los astrocitos
que pueden conducir a una injuria neuronal potencial, y quizás, a edema
cerebral3,6.
La prevalencia de
hiperamonemia en estudios retrospectivos va de un 70 a un 100%, y en estudios
transversales varía de un 16 a 100%, si se considera como hiperamonemia el
doble del nivel basal12. Debido a la elevada prevalencia de
hiperamonemia en pacientes en tratamiento con AV parece innecesario medir la
amonemia en individuos asintomáticos y sólo estaría justificada en pacientes
con signos de un proceso encefalopático agudo12. La encefalopatía
hiperamonémica por AV es más frecuente en pacientes con deficiencia de
carnitina o alteraciones enzimáticas congénitas del ciclo de la urea4,11.
Otro factor de riesgo es el retardo mental3. El tratamiento con
suplementos de carnitina puede conducir a una respuesta clínica favorable
debido a la deficiencia de carnitina inducida por AV2,4,8. Varios
estudios sugieren el valor potencial de la L-carnitina oral para revertir la
deficiencia de carnitina o prevenir su desarrollo como reacción adversa al uso
de AV4.
El efecto inductor de
crisis convulsivas de los fármacos antiepilépticos puede ser una reacción
paradojal o ser el resultado de una encefalopatía inducida por
anticonvulsivantes, como en el caso del AV14. Velioglu y cols describieron
el caso de una mujer de 19 años que desarrolló un status epilepticus no
convulsivo (SENC) secundario a AV14. En el caso 7 tenemos la
sospecha que la paciente presentó una encefalopatía hiperamonémica por AV que
evolucionó a un SENC.
La acción más importante
en el manejo de esta encefalopatía es suspender el AV. También se recomienda
minimizar la producción endógena de amonio11, el catabolismo
proteico, la ingesta de nitrógeno y su absorción con lactulosa, administrar
sustratos que faciliten la remoción del amonio por vías alternativas como la
L-carnitina, y eventualmente el uso de diálisis11.
Se ha reportado
hiperamonemia sin relación a la dosis diaria de AV o a la duración del
tratamiento6,14, debido a que esta reacción adversa parece ser
idiosincrática, y por lo tanto, difícil de predecir. La encefalopatía por AV
puede desarrollarse incluso en pacientes que previamente toleraban el AV, en
quienes reciben dosis bajas o al iniciar el tratamiento, con niveles séricos
bajos o elevados, o en quienes se inicia un nuevo FAE. Por ejemplo, la paciente
del caso 6 presentó una encefalopatía posterior al uso de AV por más de 16
años. En este sentido, la medición de la amonemia podría ser útil en la
detección de la encefalopatía hiperamonémica inducida por AV en pacientes con
factores de riesgo como comorbilidad, bajo peso o politerapia14.
La serie que presentamos
coincide con otras presentadas en la literatura médica. A nuestro conocimiento,
es la serie más extensa y detallada reportada en Chile. También nos parece
necesario destacar que los dos casos más severos (3 y 7) ocurrieron en forma
precoz (3 y 10 días respectivamente) y con dosis muy bajas de AV. Por otra
parte, este sería el primer reporte en Chile, de un SENC desencadenado por el
uso de ácido valproico.
Conclusiones
-La encefalopatía
inducida por ácido valproico es una reacción adversa reversible pero
potencialmente fatal que requiere un alto índice de sospecha.
-El daño orgánico cerebral y la politerapia parecen ser importantes factores de riesgo para su producción.
-Una encefalopatía hiperamonémica por ácido valproico, en forma excepcional, pudiese inducir el desarrollo de un status epilepticus no convulsivo.
-El daño orgánico cerebral y la politerapia parecen ser importantes factores de riesgo para su producción.
-Una encefalopatía hiperamonémica por ácido valproico, en forma excepcional, pudiese inducir el desarrollo de un status epilepticus no convulsivo.
RFERENCIAS
Formato Documento Electrónico(APA)
Soto V, Álvaro, & Ramírez C, Darío.
(2011). Encefalopatía inducida por ácido valproico: serie de siete casos. Revista chilena de
neuro-psiquiatría, 49(3),
243-250. Recuperado en 15 de julio de 2013, de
http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0717-92272011000300004&lng=es&tlng=es.
10.4067/S0717-92272011000300004.
Recibido: 11/03/2011
Aprobado: 10/07/2011.
Correspondencia: Dr. Alvaro Soto Venegas Salvador
2111, Depto. 307. Ñuñoa, Santiago de Chile. Fono: 56-2-9197172 E-mail: alvaro_soto@vtr.net
© 2013 Sociedad de Neurología, Psiquiatría y Neurocirugía
Carlos Silva V. #1300, Depto. 22
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directorio@sonepsyn.cl
versión impresa ISSN 0034-9887
Rev. méd. Chile v.129 n.9 Santiago set. 2001
http://dx.doi.org/10.4067/S0034-98872001000900011
Encefalopatía hepática crónica:
rol de niveles sanguíneos elevados de manganeso y su relación con lesiones en ganglios basales en la resonancia magnética nuclear de cerebro.
Chronic hepatic
encephalopathy is
associated whith high serum manganese levels and basal ganglia hyperintensities. Report of one case
Marcelo
Miranda C, Luis Caballero E.
|
Chronic hepatic encephalopathy (CHE) is a disabling
complication of chronic liver failure and porto-systemic shunt.The pathogenesis
of CHE remains unclear but increased levels of ammonia are a basic feature.
Several clinical and experimental observations support a role for manganese
(Mn) in the pathogenesis of this disorder. Increased blood levels of Mn have
been described in patients with CHE and this could lead to its accumulation on
the basal ganglia and characteristic hyperintensities of basal ganglia as seen
on magnetic resonance imaging (MRI) of the brain. We report on the clinical
features and characteristic radiologic findings of a patient who presented with
the neurologic syndrome of CHE and who had very high blood levels of Mn in the
absence of an occupational exposure to this metal. Our report supports the
hypothesis that Mn has a role in the pathogenesis of CHE and also suggests that
brain MRI is a useful marker of the brain metabolic repercusion due to CHE (Rev
Méd Chile 2001; 129: 1051-5).
(Key-words: Ammonia; Hepatic encephalopathy; Magnetic resonance imaging; Manganese)
(Key-words: Ammonia; Hepatic encephalopathy; Magnetic resonance imaging; Manganese)
Recibido
el 14 de marzo, 2001. Aceptado el 23 de abril, 2001.
Departamento Neurología. Hospital Clínico de la Universidad de Chile. Santiago de Chile.
Departamento Neurología. Hospital Clínico de la Universidad de Chile. Santiago de Chile.
Encefalopatía hepática y
encefalopatía porto-sistémica son términos usados indistintamente para
describir un complejo síndrome neurosiquiátrico asociado con daño hepático
agudo o crónico, shunt porto-sistémico, o generalmente la presencia de ambos1.
La encefalopatía
hepática crónica (EHC), también conocida como degeneración hepatocerebral
adquirida, es la forma de encefalopatía hepática más infrecuente y con un peor
pronóstico en cuanto a recuperabilidad2,3.
La EHC consiste en manifestaciones neurológicas de curso crónico debido al
compromiso del sistema nervioso central (SNC), destacando los síntomas de
deterioro cognitivo y alteraciones conductuales asociadas a trastornos del
movimiento. De estas últimas manifestaciones se han descrito parkinsonismo,
temblor postural y acción, mioclonías como la característica asterixis y el
corea3.
La fisiopatología de la
EHC aún no está aclarada, se ha postulado que hay disfunción de la
neurotransmisión dopaminérgica, glutamérgica y gabaérgica provocada por niveles
tóxicos de amonio1.
Sin embargo, también existe evidencia clínica que favorece un rol en su
patogenia para el metal manganeso (Mn). En 1991 Kulisevsky y cols4junto
a Inoue y cols5 describieron
la presencia de hiperintensidades simétricas en los ganglios basales
visualizadas sólo en la secuencia T1 de la resonancia magnética de cerebro
(RNM) en pacientes con falla hepática crónica. Imágenes similares se han
descrito en pacientes con atresia biliar6, en sujetos sometidos a nutrición
parenteral7 y
en personas con exposición ambiental a Mn8,9.
La desaparición posterior de estas imágenes luego de trasplante hepático10,
cese del aporte de Mn parenteral11 y
de tratamiento de la toxicidad respectivamente, han hecho postular que el
depósito de Mn en el SNC sea el causante de estas lesiones8,12,13.
Se presentan las
manifestaciones clínicas y hallazgos característicos en la RNM de cerebro de
una paciente que inicia su enfermedad con síntomas neurológicos y cuyo estudio
reveló la presencia de una EHC y niveles sanguíneos marcadamente elevados de
Mn.
CASO CLÍNICO
Mujer de 51 años, sin
antecedentes de patología neurológica o hepática, personal y familiar, y sin
exposición ambiental a tóxicos, consulta por presentar hace 1 año progresiva
lentitud en quehacer diario y alteración de la marcha con inestabilidad. Se
asociaban también disartria y temblores de acción y sacudidades musculares en
reposo (mioclonías) que afectaban a extremidades superiores. La familia la
describe olvidadiza y con desorientación temporoespacial. No refiere ingesta de
drogas ni alcohol. En el examen general destacaba una leve ictericia de
escleras, sin evidencias de visceromegalias al examen abdominal ni estigmas
cirróticos. En el examen neurológico destacaba una lentitud en respuestas con
marcada disartria, desorientación temporoespacial, retenía sólo 2 objetos de 3.
En la prueba Mini Mental obtuvo un puntaje de 22 (normal > 27). Se observó
también asterixis en las extremidades superiores y ocasionales mioclonías generalizadas
en reposo. La marcha era atáxica. No presentaba signos piramidales. Se
apreciaba una bradikinesia generalizada con una marcha sin braceo, facie
hipomímica y leve rigidez en rueda dentada bilateral. No se observó anillo de
Kayser-Fleischer. Se solicitaron inicialmente un electroencefalograma estándar
que mostró una lentitud generalizada y una RNM de cerebro cuya principal
alteración es la presencia de hiperintensidades de señal visibles sólo en las
secuencias T1 en ambosglobus pálidos en forma simétrica, afectando
en menor grado mesencéfalo (Figuras
1 y 2).
A raíz de este hallazgo se solicitó amonio arterial cuyo valor fue: 207 uMol/lt
(valor normal 9-33 uMol/lt) lo que confirmó presencia de encefalopatía hepática
o la existencia de un shunt portosistémico. Las pruebas hepáticas solicitadas
mostraron: bilirrubina total 1,2 mg/dl (rango normal hasta 1,1 mg/dl),
fosfatasas alcalinas 150 U/l (rango normal 65-306), transaminasa oxalacética 35
U/l (rango normal 10-31), transaminasa pirúvica 25 U/l (rango normal 9-36),
albuminemia de 4,5 g/dl (rango normal 3,5-5,0 g/dl), proteinemia 7 g/dl (rango
6,7-8,7), gammaglutamiltransferasa 20 U/l (rango: 7,5-39) y una protrombina de
65%. La ecotomografía abdominal reveló un hígado de tamaño levemente disminuido
con signos sugerentes de cirrosis. Se observó una esplenomegalia leve con
signos de hipertensión portal con una vena esplénica aumentada de tamaño y
tortuosa. La determinación de antígeno hepatitis B, C, anticuerpos
antimitocondriales, antinucleares y anti-ENA fue negativa. Está pendiente la
realización de biopsia hepática.
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FIGURA 1.
A
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FIGURA 1.
B
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Figura 1.
A) Secuencia T1 en el plano axial de resonancia magnética de cerebro que
muestra lesiones simétricas hiperintensas en globus pálido (flechas). B)
Estas lesiones no son visibles en la correspondiente secuencia T2, la que
muestra una imagen normal.
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Figura 2.
A
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Figura 2.
B
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Figura 2.
Secuencia T1 en el plano sagital de resonancia magnética de cerebro que
muestra lesiones hiperintensas (flechas) en el globus pálido (A), y en la
región mesencefálica (B).
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No se observó alteración
del sistema renal. La creatinina plasmática mostró un valor de 1 mg/dl. La
ceruloplasmina mostró un valor de 15 mg/dl (rango normal 20-40 mg%/dl).
Se solicitaron
finalmente niveles sanguíneos de manganeso que mostraron un valor de 27 ug/dl
(valor referencia < 0,06 ug/dl)14.
Se inició tratamiento de
EHC con régimen hipoprotéico 30 g proteínas, neomicina 2 g al día, lactulosa 30
g al día y enemas evacuantes. La observación al cabo de un mes mostró una leve
reducción en el parkinsonismo y en la intensidad de las mioclonías.
DISCUSIÓN
Las manifestaciones
clínicas de EHC son heterogéneas pero es importante señalar que pueden presentarse
ya sea síntomas neurológicos o de disfunción hepática independientemente el uno
de otro y pasar años incluso antes de que sea evidente alguna de la otra
manifestación clínica3,15.
Nuestra paciente presentó síntomas neurológicos por período de un año sin
evidencia clara de disfunción hepática o portal lo que fue detectado sólo con
exámenes. Además, estos pacientes pueden no haber tenido episodios de
encefalopatía aguda llegando al coma en ningún momento de la evolución como así
ha ocurrido en el caso presentado y en los comunicados por Jog y Lang3 y
Lewis y cols15.
La presencia de una grave disfunción hepática tampoco es necesaria para la
aparición de este cuadro siendo en estos casos más relevante la presencia de
un shunt portosistémico3,4,15.
En nuestra paciente las pruebas hepáticas estaban prácticamente normales y
disponemos de evidencia ecográfica pero no histológica de la presencia de una
cirrosis bien compensada y sin una causa clara; clínicamente parece más
relevante en nuestro caso el grado de hipertensión portal y shunt secundario
como también lo describe Jog y Lang en uno de sus 3 casos3.
La EHC es considerada
actualmente como una ruptura en la comunicación glía-neurona debido a los
cambios inducidos por el amonio16.
Este último provoca un desequilibrio entre la neurotransmisión excitatoria
(mediada por glutamato) y la inhibitoria (mediada por el ácido
gama-aminobutírico o GABA) con predominio de ésta última1.
El aumento de actividad inhibitoria es debida a aumento de niveles de
benzodiazepinas endógenas, aumento de liberación sináptica de GABA y una mayor
actividad de receptores benzodiazepínicos debida al amonio1.
El amonio cerebral es metabolizado en los astrocitos por la enzima glutamina
sintetasa, la acumulación de glutamina en estas células puede contribuir a la
presencia de edema y daño celular debido a falla energética1,3,17.
Finalmente la presencia de amonio también puede inducir una depleción
dopaminérgica en los ganglios basales del SNC18.
Se ha postulado también
un rol para el metal manganeso en la patogenia de EHC. Este metal es excretado
mayoritariamente por vía biliar por lo cual al haber disfunción hepática o
shunt portosistémico es posible que se produzca un aumento de sus niveles
sanguíneos y depósito en el SNC. El Mn tiene una especial afinidad por el
sistema extrapiramidal compuesto fundamentalmente por los ganglios basales.
tales como los núcleos pálidos, putamen, caudado, sustancia nigra en
mesencéfalo8,19.
Mn sería neurotóxico ya sea a través de depleción de dopamina, daño
excitotóxico mediado por glutamato o estrés oxidativo8.
La evidencia más clara
del rol de Mn la proporcionó Krieger y col8 quienes
en 1995 estudiaron 10 enfermos cirróticos en etapa avanzada a través de la
determinación de niveles sanguíneos de Mn, haciendo una correlación con la
intensidad de la señal en los ganglios basales, y comparando con sujetos controles
sin disfunción hepática. En 3 pacientes lograron además estudiar post-mortem la
concentración tisular de Mn en los diversos núcleos basales. Estos autores
obtuvieron una correlación directa entre la intensidad de señal en la RNM de
cerebro y la elevación de niveles sanguíneos de Mn, determinando además una
significativa elevación de la concentración tisular de Mn comparado con los
sujetos control. Pujol y cols. estudiaron 77 pacientes con disfunción hepática
crónica severa de distinta etiología y candidatos para trasplante hepático,
lograron determinar la presencia de las lesiones ya descritas en la RNM en 75%
de ellos y correlacionar directamente con la severidad de la falla hepática10.
Las características
lesiones hiperintensas en ganglios basales se correlacionan no sólo con la
severidad de la disfunción hepática, también con la severidad de la
encefalopatía8,10.
Sin embargo, estas lesiones pueden ya estar presentes en etapas subclínicas, lo
que ha sugerido su utilidad potencial como marcador radiológico precoz de la
repercusión cerebral anticipando su aparición10.
Estas lesiones se caracterizan por su simetría, su aparición sólo en la
secuencia T1 y no en la correspondiente secuencia T2 de RNM (Figura
1), y parecerían ser específicas de enfermedad hepática crónica, no
habiéndose descrito en otros cuadros clínicos10.
No está aclarado si
estas hiperintensidades de las estructuras basales cerebrales en la EHC indican
realmente una intoxicación crónica por Mn o son un reflejo de mecanismos de
adaptación8.
Una mayor actividad de los mecanismos encargado de neutralizar el amonio, como
es la enzima glutamina sintetasa, presente en los astrocitos, aumenta la
demanda de Mn a quién utiliza como cofactor1,8,
este hecho podría explicar estas lesiones en los ganglios basales y otras
estructuras subcorticales.
El análisis de la
experiencia clínica comunicada en la literatura y el caso clínico presentado,
favorece la hipótesis que el metal manganeso se deposita en los ganglios
basales en el SNC como consecuencia de una encefalopatía hepática o
porto-sistémica, y que este metal pueda tener un rol en la patogénesis de este
cuadro. La importancia potencial de esta asociación radica en la posibilidad
del uso de terapia quelante como agente terapéutico para prevenir o lograr
revertir las manifestaciones neurológicas de la EHC en forma similar a lo que
ocurre por ejemplo con el uso de quelantes del cobre en la enfermedad de Wilson20.
REFERENCIAS
Formato Documento Electrónico(APA)
Miranda C, Marcelo, & Caballero E, Luis.
(2001). Encefalopatía hepática crónica: rol de niveles sanguíneos elevados de
manganeso y su relación con lesiones en ganglios basales en la resonancia
magnética nuclear de cerebro. Revista
médica de Chile, 129(9),
1051-1055. Recuperado en 15 de julio de 2013, de
http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0034-98872001000900011&lng=es&tlng=es.
10.4067/S0034-98872001000900011.
© 2013
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Revista
Española de Enfermedades Digestivas
versión impresa ISSN 1130-0108
Rev. esp. enferm.
dig. v.100 n.10 Madrid oct. 2008
http://dx.doi.org/10.4321/S1130-01082008001000007
PUNTO DE VISTA
Actualización
en el tratamiento de la encefalopatía hepática
Update on the management of hepatic encephalopathy
R.
García Martínez y J. Córdoba Cardona
Servicio Medicina
Interna-Hepatología. Hospital Vall d'Hebron. Departamento de Medicina.
Universitat Autònoma de Barcelona. Centro de Investigación Biomédica en Red de
Enfermedades Hepáticas y Digestivas (CIBEREHD). Barcelona
Introducción
La encefalopatía
hepática (EH) es un síndrome que incluye un espectro amplio de manifestaciones
neurológicas y psiquiátricas, secundarias al efecto tóxico sobre el sistema
nervioso de sustancias que en condiciones normales son eliminadas por el hígado
(1). Aunque este principio fisiopatológico es sencillo, en él intervienen
muchos elementos que afectan el metabolismo de las toxinas, la entrada de estas
en el sistema nervioso central o su propio mecanismo lesivo. Además, se ha observado
un efecto sinérgico entre varias de ellas sobre el estado mental. La
realización de ensayos clínicos que demuestren la eficacia de los diversos
tratamientos propuestos se ha visto dificultada por cómo estos múltiples
factores pueden influir en la evolución de la EH (2). La mayoría de las
recomendaciones terapéuticas se basan en conceptos derivados de estudios
experimentales y de observaciones clínicas escasamente documentadas (3).
En los últimos años ha
cobrado un interés renovado el papel del amoniaco en el desarrollo de la EH. Se
conoce mejor su metabolismo en pacientes con cirrosis hepática (4) y se han
propuesto nuevos mecanismos por los que se explica la disfunción cerebral (5).
En la actualidad se están investigando una serie de moléculas que afectan al
metabolismo del amoniaco y que podrían tener un papel en la terapéutica.
Fisiopatología
La EH sucede como
consecuencia de la exposición del cerebro a sustancias tóxicas por un fracaso
en su eliminación hepática (6) (Fig. 1). Esto puede ocurrir por
lesión del parénquima hepático o por la existencia de derivaciones
portosistémicas. En ambos casos, múltiples sustancias del territorio venoso portal
alcanzan la circulación sistémica. De todas ellas, se cree que el amoniaco es
la más importante. El amoniaco procede mayoritariamente del intestino, en donde
se genera tras el metabolismo de los productos nitrogenados de la dieta, la
acción de la flora intestinal y el metabolismo de la glutamina por la
glutaminasa intestinal. El 90% es metabolizado en el hígado dando lugar a la
síntesis de urea que sufre posteriormente eliminación renal. En situación de
cirrosis hepática, la contribución de otros órganos a la eliminación de
amoniaco puede ser muy importante, destacando el papel del músculo esquelético,
por su capacidad para la síntesis de glutamina (4). Una vez que el amoniaco
atraviesa la barrera hematoencefálica es metabolizado a glutamina en el interior
del astrocito, una reacción que consume mucha energía y podría conllevar estrés
oxidativo y disfunción celular. La disfunción astrocitaria podría producir
disfunción neuronal con alteración en la neurotransmisiónb (7). Los principales
sistemas de neurotransmisión afectados son el mediado por glutamato (principal
neurotransmisor excitador) y el mediado por GABA (principal neurotransmisión
inhibidor) (8).
Además del amoniaco
existen otros factores que participan en la EH, como el manganeso, una sustancia
que se elimina por vía biliar y que se deposita en los ganglios de la base,
donde ocasiona un incremento de señal T1 en la resonancia magnética. Otro
factor que puede influir es la presencia de benzodiazepinas endógenas, que
actúan sobre el receptor GABA. Recientemente ha cobrado especial importancia la
inflamación (9). Se ha propuesto que la respuesta inflamatoria puede alterar la
permeabilidad de la barrera hematoencefálica al efecto de diferentes toxinas o
exacerbar las alteraciones cerebrales y ser responsable del desarrollo de
episodios de encefalopatía hepática aguda en pacientes previamente compensados
(10).
Consideraciones
clínicas
La EH engloba un amplio
espectro de manifestaciones clínicas, de gravedad muy variable, desde formas
asintomáticas y sólo detectadas en test neuropsicológicos hasta el coma
hepático (1). La mayoría de los pacientes presentan una cirrosis hepática, pero
la EH también puede ser secundaria a trastornos de la vascularización hepática
sin lesión del parénquima. En función de las manifestaciones neurológicas se
pueden distinguir cuatro formas.
1. Encefalopatía
hepática aguda. Es la forma más típica. Se caracteriza por una
disminución brusca del nivel de conciencia, habitualmente asociada a un factor
precipitante. El tratamiento del episodio de EH se dirige fundamentalmente a
corregir el factor precipitante. Si se corrige sin que se altere la función
hepática, el paciente vuelve a la situación previa al episodio de EH.
2. Encefalopatía
hepática crónica. Consiste en la existencia de episodios recurrentes de
síndrome confusional o síntomas neurológicos persistentes (ataxia, disartria,
temblor). Se ve en pacientes con cirrosis hepática que presentan grandes
colaterales porto-sistémicas, bien sean espontáneas, quirúrgicas o secundarias
a derivación portosistémica percutánea intrahepática (DPPI). Suele revertir con
la oclusión de la colateral (11). En algunos pacientes las manifestaciones son
graves y consisten en demencia o mielopatía.
3. Encefalopatía
hepática mínima. Corresponde a un trastorno cognitivo que se pone de
manifiesto en pruebas neuropsicológicas o neurofisiológicas puesto que los
pacientes muestran un aspecto normal en la exploración neurológica estándar
(12). Es muy frecuente y afecta a una gran proporción de pacientes con cirrosis
hepática. Se relaciona con el grado de insuficiencia hepática, pero también con
la edad y la presencia de derivaciones porto-sistémicas. A pesar de su carácter
subclínico se ha demostrado que empeora la calidad de vida (13), por lo que se
ha propuesto explorar la presencia de encefalopatía hepática mínima mediante la
realización de pruebas psicométricas a todos los pacientes con cirrosis
hepática.
4. Encefalopatía
asociada a colaterales porto-sistémicas sin enfermedad hepática. Es
un síndrome infrecuente asociado a colaterales congénitas (14), trombosis
portal (15) o derivaciones quirúrgicas, en ausencia de enfermedad hepática
parenquimatosa. Si tienen repercusión clínica suele ser en forma de síndrome
confusional agudo o alteraciones neurológicas persistentes.
Tratamiento
de la encefalopatía hepática
El tratamiento de la EH
se dirige a una serie de dianas que determinan la concentración plasmática de
las sustancias que tienen un efecto tóxico en el sistema nervioso central. La
mayoría de tratamientos se han diseñado para disminuir la concentración
plasmática de amoniaco (16). Además de los fármacos que se emplean para la EH,
se deben establecer una serie de medidas generales (nutrición, hidratación,
aspiración de secreciones, protección de la vía aérea, tratamiento de
infecciones, etc.), cuyo beneficio proviene de la experiencia clínica. En
muchos casos no existe una explicación de los mecanismos de acción de estas
medidas o son independientes de la acción sobre los potenciales tóxicos. Por
ejemplo, se conoce bien que la corrección de la infección mejora la
encefalopatía hepática precipitada por esta, pero se desconoce si es porque
afecta la concentración de amoniaco o si afecta a mediadores de la inflamación.
Los estudios que avalan
las recomendaciones terapéuticas son escasos y en gran número adolecen de un
buen diseño. Como se ha comentado previamente, el término EH engloba
condiciones clínicas muy diferentes, con pronósticos muy variables. Se ha
asumido que si se demuestra la eficacia de un tratamiento para una situación
clínica (p. ej. EH aguda sin factor precipitante) será válida para otra
situación (p. ej. EH mínima), pero ello puede ser falso. Un número importante
de estudios ha comparado el tratamiento que se investiga frente a disacáridos no
absorbibles, porque han considerado que no era ético compararlo a placebo. Sin
embargo, un análisis crítico de los estudios de disacáridos no absorbibles ha
llegado a la conclusión que no se ha demostrado su superioridad frente a
placebo (3). Por ello actualmente se considera que los estudios con nuevos
fármacos deben incluir un brazo con placebo.
Si bien el diagnóstico
de la encefalopatía hepática no suele plantear grandes dificultades, su
sintomatología es común a un gran número de enfermedades neurológicas con las
que se puede confundir. Un número importante de enfermos puede presentar otras
formas de lesión neurológica debidas al alcohol o malnutrición, que puede ser
difícil de reconocer. Un aspecto controvertido es qué medidas generales deben
ser consideradas las estándares. Si bien se considera que el tratamiento de los
factores precipitantes es muy importante, lo estudios no suelen presentar el
algoritmo empleado para el reconocimiento de los factores precipitantes y cómo
se corrigieron.
Disminución
en la producción de amoniaco intestinal
La experiencia clínica
relaciona el desarrollo de encefalopatía con el contenido de compuestos
nitrogenados en el tubo digestivo. Es por ello que los primeros tratamientos se
dirigieron a la reducción de la producción de amonio intestinal. Con este
propósito se desarrollaron fármacos que disminuyen la producción de amoniaco
por la flora intestinal (disacáridos no absorbibles, antibióticos) y se
recomendó disminuir la ingesta de proteínas en la dieta. Estas recomendaciones
han constituido la base del tratamiento desde hace décadas. Sin embargo, han
sido puestas en entredicho ante la constatación que los datos de los estudios
que comparaban disacáridos no absorbibles frente a placebo no demostraban la
superioridad de estos y que la reducción drástica de proteínas en la dieta no
resultaba en una mejoría de la encefalopatía hepática aguda (17).
Disacáridos
no absorbibles
Los disacáridos no
absorbibles son moléculas constituidas por dos monosacáridos que no pueden ser
absorbidas en el intestino delgado, debido a la ausencia de disacaridasas en la
mucosa y llegan sin digerir al colon donde son metabolizadas por la flora
intestinal sacarolítica. Existen dos preparados: lactulosa
(ß-galactosido-fructosa) y lactitol (ß-galactosido-sorbitol). Ambos tienen el
mismo mecanismo de acción, que consiste en aumentar la incorporación de
productos nitrogenados presentes en la luz intestinal a la flora bacteriana. Su
acción se asocia a la consecución de un pH ácido, que se consigue por la generación
durante su metabolismo bacteriano de ácidos grasos de cadena corta. Esta acidez
desplaza el equilibrio del amoniaco hacia una mayor proporción de ión amonio,
al cual resultan impermeables las mucosas. Ello tiene un efecto de atrapamiento
que disminuye el paso de amoniaco al compartimento intravascular. Combinado con
un efecto catártico, los disacáridos no absorbibles favorecen la expulsión de
la flora que ha incorporado productos nitrogenados y se produce un efecto de
salida del amoniaco (18). Además, al promover la flora sacarolítica sobre la
proteolítica disminuye la proporción de bacterias que contienen ureasa y la
formación de amoniaco a partir de urea presente en luz colónica. La
consecuencia neta de la administración de disacáridos no absorbibles es una
disminución de la concentración de amoniaco plasmático (19). Este mecanismo de
acción es compatible con el empleo de fármacos que actúan a otro nivel, como
podrían ser los que inhibiesen la acción de la glutaminasa intestinal o
favoreciesen la eliminación de amoniaco en forma de urea por la orina. La
administración de antibióticos puede eliminar la flora intestinal, que es
precisa para que se metabolicen los disacáridos, lo que podría explicar los
efectos negativos de la combinación con neomicina observados en un estudio
(20). Una manera de comprobar si tiene lugar la metabolización de los
disacáridos y por tanto si estos resultan eficaces cuando se combinan con
antibióticos, es determinar el pH de las heces, que debe ser próximo a 5. En la
práctica no es necesaria la monitorización del pH cuando se administran solos,
debido a que este pH se asocia al incremento en el número de deposiciones.
La eficacia clínica de
lactulosa y de lactitol es la misma, sin embargo lactitol parece ser tolerado
mejor, debido a un mejor sabor y a que produce menos meteorismo (21-23).
Existen pocos estudios que comparen los disacáridos no absorbibles con placebo.
El análisis combinado muestra que mejora la evolución de la EH. Sin embargo,
los resultados no fueron homogéneos y el análisis de los ensayos clínicos de
mayor calidad que compararon disacáridos con placebo no encontraron diferencias
a favor del grupo de tratamiento. Aunque se ha cuestionado el empleo de
disacáridos no absorbibles, cabe destacar que el número de pacientes incluido
en estos estudios es muy pequeño (44 pacientes) y que fueron realizados hace
más de treinta años. Diversos autores han mostrado su apoyo al uso de
disacáridos no absorbibles, que se basa en una larga experiencia de uso y en la
demostración experimental de sus efectos sobre el amoniaco (24). Estudios
recientes realizados en la India, que son posteriores al metaanálisis, e
incluyen un número importante de pacientes han mostrado efectos beneficiosos de
lactulosa en la encefalopatía hepática mínima (25,26).
Los disacáridos no
absorbibles son fármacos con los que existe una gran experiencia clínica, son
bien tolerados y seguros, motivos por los que a pesar de una escasa
documentación de su eficacia, siguen considerándose el tratamiento de elección.
Se pueden administrar por vía oral (40-90 g/día) en 2 ó 3 tomas al día. La
dosis se ajusta hasta conseguir 2-3 deposiciones blandas al día. También pueden
usarse en enemas, mezclados con agua. Con el tiempo puede ser necesario
aumentar la dosis para mantener el mismo efecto. Pueden producir diarrea por su
efecto catártico. Un error, que no es infrecuente en pacientes hospitalizados,
es incrementar la dosis de forma excesiva en pacientes que no mejoran, lo cual
puede provocar de forma paradójica un empeoramiento de la EH, debido a
deshidratación.
Antibióticos
La introducción de
antibióticos en el tratamiento de la EH se basa en los efectos de estos sobre
la flora intestinal. Inicialmente se planteó que la principal fuente de
amoniaco fuese la producción bacteriana, pero esto se rebatió con la
demostración de que la ausencia de flora intestinal no prevenía el incremento
de amoniaco causado por la insuficiencia hepática (27). Actualmente se
considera que existe una contribución de la flora intestinal en determinar la
concentración de amoniaco plasmático, pero que esta es menos importante de lo
que se había creído. Se ha propuesto que los efectos beneficiosos de los
antibióticos no se deban a que eliminen la flora intestinal que produce
amoniaco. La neomicina reduce la producción intestinal de amoniaco inhibiendo
la actividad de la glutaminasa (28), una enzima cuya actividad está
incrementada en los pacientes con cirrosis hepática, lo que podría explicar en
parte el incremento de amoniaco plasmático y la aparición de EH en estos
pacientes (28). Otro posible mecanismo de acción de los antibióticos en la EH
podría ser disminuyendo la traslocación bacteriana, la presencia de productos
bacterianos en plasma y la respuesta inflamatoria a estos (29). Diversos datos
sugieren que los mediadores de la inflamación pueden afectar la función mental
y potenciar los efectos del amoniaco en el sistema nervioso central (30).
El primer antibiótico
que se introdujo en la terapéutica fue la neomicina oral (31), un
aminoglucósido que al no ser absorbible obviaba la toxicidad renal o auditiva
de este grupo de fármacos. Se realizaron diversos estudios que avalaron su
eficacia (32). Estos resultados han sido reafirmados por un meta-análisis, que
muestra una leve superioridad frente a los disacáridos no absorbibles (3).
Además de la neomicina se han propuesto otros antibióticos que podrían ser mas
potentes, como el metronidazol o la vancomicina (33). Si bien la experiencia de
uso es más limitada (34), existe una preocupación por su potencial efecto
tóxico. Estas prevenciones se extienden a la neomicina (35), en especial con su
uso prolongado. Por ello la mayoría de autores recomiendan evitar estos
compuestos por periodos superiores a seis meses (36).
Un antibiótico que tiene
buenas expectativas es la rifaximina (37), un forma no absorbible de la
rifamicina. Este fármaco tiene actividad in
vitro frente a organismos gram-negativos y anaerobios, y
ocasiona una disminución importante de la flora bacteriana pocos días después
de iniciado su uso. Su tolerancia es excelente y se ha empleado con éxito en
diversos trastornos intestinales, como la diarrea del viajero o la
diverticulitis aguda. Al igual que con la neomicina, se ha documentado bien su
eficacia en el tratamiento de la EH aguda (38). Se está estudiando su empleo en
la prevención de la recidiva y su seguridad a largo plazo. Hasta la actualidad
no se ha identificado el desarrollo de mutantes resistentes, como ocurre con la
rifampicina, un fármaco de la misma familia.
Medidas
dietéticas
Se ha relacionado la EH
con el aporte de proteínas en la dieta y la consiguiente producción de
amoniaco. De ahí que se haya recomendado la restricción proteica en pacientes
con EH. Sin embargo, el hecho que la ingesta de grandes cantidades de proteínas
induzca EH, no implica que la restricción proteica mejore su curso. El único
ensayo clínico doble-ciego que ha estudiado dos dietas con diferente cantidad
de proteínas en la EH aguda observó que no existía una mejoría de la evolución
de la EH en el grupo con menor cantidad de proteínas y en cambio presentaban un
mayor catabolismo proteico (39).
El metabolismo
nitrogenado es complejo y en los últimos años se ha identificado un papel
importante de diferentes tejidos, como el músculo esquelético y el riñón
(4,40). En este sentido es importante señalar que la cirrosis hepática se
acompaña de malnutrición energético-proteica. Debido a que el músculo
esquelético contribuye a la eliminación de amoniaco con la síntesis de
glutamina, la ganancia de masa muscular podría contribuir a mejorar la
encefalopatía hepática. Una dieta hipoproteica, además de haberse asociado a
una peor supervivencia (41), puede disminuir la masa muscular y empeorar la EH.
Asimismo estudios
experimentales muestran que la eliminación completa de proteínas en la dieta
conducen a un incremento del amoniaco plasmático, debido a que se disminuye la
actividad de la carbamil-fosfato-sintetasa, un enzima del ciclo de la urea
(42).
La recomendación actual
es que los pacientes con cirrosis hepática y EH reciban una dieta normoproteica
(0,8-1,0 g/kg/d) (43). En los casos con grados importantes de malnutrición se
puede conseguir un balance nitrogenado positivo con el incremento de la
cantidad de proteínas en la dieta, pero ello debe realizarse con precaución
porque las dosis elevadas pueden inducir EH (44).
En cuanto a las
características de la dieta (45), se ha observado una superioridad de dietas
con proteínas de origen vegetal respecto a las de origen animal. Es posible que
este beneficio se deba a que las dietas con proteínas animales son deficitarias
en isoleucina y que la dieta vegetal aporte fibra. Por otra parte, los
preparados nutricionales ricos en aminoácido de cadena ramificada pueden ser
útiles en pacientes con EH crónica. Sus efectos anabólicos y energéticos a
nivel muscular podrían favorecer una disminución del amoniaco y un mejor curso
clínico (46).
Durante el episodio de
EH aguda suele ser necesario evitar la vía oral debido a la disminución de la
conciencia. Al principio se emplean suplementos parenterales de glucosa. Al
cabo de tres o cuatro días se reinicia la dieta oral sin restricciones en la
cantidad de proteínas o se instaura nutrición artificial, preferiblemente por
vía enteral. Es importante evitar el ayuno prolongado con ingestas múltiples de
cantidades pequeñas (4-6 veces/día), para evitar la neoglucogénesis. Los datos
actuales no demuestran ningún beneficio de la infusión de aminoácidos de cadena
ramificada en la EH aguda (47). Además debe tratarse el déficit de vitaminas y
minerales. En pacientes con cirrosis alcohólica es aconsejable aportar tiamina
y en algunos casos zinc.
Corrección
de los factores precipitantes
En la mayoría de los
casos de EH aguda y en algunos casos de EH crónica recurrente subyace un factor
precipitante. Inicialmente puede ser difícil de objetivar por lo que se ha de
realizar una búsqueda sistemática de los mismos (Tabla I). Se
han de buscar procesos infecciosos intercurrentes, incluida la peritonitis
bacteriana espontánea y la bacteriemia espontánea del paciente cirrótico y ante
la mínima sospecha se ha de iniciar tratamiento antibiótico empírico. Asimismo
se han de buscar alteraciones hidroelectrolíticas y del equilibrio ácido base.
Estos son muy importantes puesto que la alcalosis favorece el paso del amoniaco
a través de la barrera hematoencefálica y la hipopotasemia aumenta la
producción renal de amoniaco. Asimismo, la deshidratación dificulta la
excreción renal de productos nitrogenados por lo que debe ser tratada y
prevenirse. La hemorragia digestiva, el estreñimiento y la dieta hiperproteica
son otros factores que cabe identificar y tratar.
Flumazenilo
El flumazenilo es un
antagonista del receptor de las benzodiazepinas en el sistema de
neurotransmisión mediado por GABA. Su empleo en la EH proviene de la
observación de que algunos pacientes presentan en plasma sustancias que
reaccionan con este receptor (48). Estas sustancias pueden corresponder al
empleo subrepticio de benzodiazepinas farmacológicas, a las que los pacientes
muestran mayor susceptibilidad o benzodiazepinas de origen endógeno, cuya
naturaleza no está aclarada todavía (49). Se han realizado diversos estudios
que muestran mejoría inmediata de la EH en algunos pacientes. Un metaanálisis
que incluye 6 estudios y 641 pacientes demostró una mejoría en el grupo de
tratamiento pero el efecto fue transitorio y en un subgrupo de pacientes con
buen pronóstico (50). No se pudo demostrar beneficio en la mejoría global ni en
la supervivencia. Actualmente se reserva el uso de flumazenilo para los
pacientes con EH relacionada con el consumo de benzodiazepinas y para enfermos
en coma, en los que podría evitar la necesidad de proteger la vía aérea. Se
ensaya una dosis y en caso de respuesta, que ha de ser inmediata, se puede
repetir o administrar dosis de mantenimiento.
Oclusión
de colaterales portosistémicas
La relación entre
colaterales porto-sistémicas y el desarrollo de EH es bien conocido. La
oclusión de las mismas podría ser una buena opción terapéutica en pacientes
adecuadamente seleccionados (51). Los mejores candidatos son pacientes con EH
recurrente, con función hepática relativamente preservada y bajo riesgo de
hemorragia por hipertensión portal (52). La técnica de elección en pacientes
con cirrosis es por radiología intervencionista, por ser más segura y presentar
menos complicaciones que la cirugía. En el caso de las colaterales
portosistémicas congénitas debe descartarse previamente la presencia de
hipoplasia severa de la vena porta puesto que la oclusión de la colateral
podría desencadenar hemorragia digestiva por hipertensión portal.
La DPPI es un recurso
terapéutico en pacientes con ascitis refractaria o hemorragia digestiva por
varices. Uno de los principales efectos adversos de esta técnica es la
aparición de encefalopatía. Suele aparecer en los primeros meses tras el
procedimiento en una tercera parte de los pacientes. Los factores de riesgo
asociados a la aparición de la misma son: episodios previos de encefalopatía,
edad avanzada (> 65 años) y una mala función hepática previa (Child-Pugh C).
Se ha propuesto el uso profiláctico de disacáridos no absorbibles o
antibióticos sin embargo no se pudo demostrar que su uso disminuya la
incidencia de encefalopatía en estos pacientes (53). Por ello no se recomienda
el uso de tratamiento preventivo. En casos de episodios de encefalopatía
hepática grave tras la colocación de DPPI se debe plantear la colocación de una
prótesis de menor calibre valorando el riesgo de hemorragia por hipertensión
portal secundario a dicha manipulación (54).
Terapias
futuras
Moduladores
del metabolismo del amoniaco
Existe una serie de
fármacos que están siendo investigados para reducir el amoniaco plasmático a
través de diferentes mecanismos. Algunos de ellos han sido empleados con éxito
en pacientes con trastornos del ciclo de la urea (55), otros se han
desarrollado específicamente para el tratamiento de la EH en pacientes con
cirrosis hepática (56).
L-Ornitina L-aspartato
(LOLA) es un fármaco con el que existe experiencia en Asia y Latinoamérica
(57), que está disponible en Alemania y Austria, pero no se ha comercializado
en España. Es una sal que se emplea por vía endovenosa, constituida por dos
aminoácidos naturales, que constituyen un sustrato en el catabolismo del
amoniaco. Inducen un aumento del metabolismo hepático y muscular del amoniaco a
urea y glutamina. Se ha promovido como factor nutricional. Precisaría nuevos
estudios que confirmasen su eficacia en la EH.
L-Ornitina fenilacetato es
un nuevo fármaco con un doble mecanismo de acción (58). L-Ornitina estimula la
síntesis de glutamina en el músculo a expensas de amoniaco. El fenilacetato
excreta la glutamina dependiente de la L-Ornitina por la orina. Es un fármaco
en fase experimental con resultados positivos en modelos animales.
Los probióticos se han
empleado en estudios piloto (59,60) en los que han demostrado una mejoría de la
EH. El mecanismo de acción parece que relaciona la disminución de amoniaco
plasmática con la colonización de bacterias no productoras de ureasa
ácido-resistentes. Sin embargo su uso no se ha generalizado y su papel en la
práctica clínica habitual está por definir.
Terapias
de detoxificación
La diálisis con albúmina
(MARS) se ha propuesto como un sistema sustitutivo de detoxificación en
situaciones de insuficiencia hepática aguda grave y en situaciones de
hepatopatía crónica con un deterioro agudo grave. Los trabajos publicados
tienen muchas limitaciones de diseño (número muy reducido de pacientes,
estudios no controlados) sin embargo esta técnica parece ofrecer resultados
positivos en cuanto a que mejora la situación hemodinámica, la sintomatología
derivada de la hiperbilirrubinemia y la EH. Estos resultados parecen alentar su
uso en pacientes viables y como terapia de soporte en pacientes pendientes de
trasplante hepático. Se ha realizado un ensayo clínico en pacientes con EH en
situación de insuficiencia hepática grave, en el que ha mostrado que es
superior al tratamiento estándar (61). La mejoría sobre la EH parece clara,
pero al no tener efectos sobre supervivencia queda por definir su papel en la
terapéutica.
Agradecimientos
La Dra. Rita García
Martínez disfruta de una Beca post-Formación Sanitaria Especializada del
Instituto de Salud Carlos III. CIBEREHD está financiado por el Instituto de
Salud Carlos III.FRE
REFERENCIA
García
Martínez R. , &Córdoba Cardona J.( 2008 )Actualización en el
tratamiento de la encefalopatía hepática. Rev. esp. enferm. dig. 100(10), .
Recuperado en 2013
Jul 16http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1130-01082008001000007&lng=es.
http://dx.doi.org/10.4321/S1130-01082008001000007.
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